El hombre tiende a aferrarse a patrones y permitir que su actuar se determine por éstos patrones casi mecánicamente, sin relacionar su acción directamente con la percepción viva , activa que estas palabras encierran, encarnan. Las palabras tienen su propio lugar y uso en la vida, su simbolismo, pero si la acción ha de ser inteligente, es imperativamente necesario que el significado que estas palabras pretenden transmitir deba ser analizado con cuidado, debe ser establecido. Entre las palabras que merecen tal exploración, tal análisis, hay pocas tan importantes como la palabra “violencia" y la palabra "no-violencia". Éstas tienen influencia directa sobre las ideas, las ideologías, los paradigmas que dan forma, no sólo a acciones particulares, sino también al tenor total de la vida.
La vida espiritual es cuestión de percepción, no es cuestión de una conformidad mecánica a las reglas, a las normas, incluso cuando estas normas intentan representar los ideales y los valores más altos. Implica una comprensión que va más allá de todo simbolismo, toda palabra o toda formulación. Todas las palabras y formulaciones tienden a limitar, a limitar la Verdad. Por lo tanto, quienes intentan poner de manifiesto el espíritu que está detrás de estas formulaciones, a menudo deben iniciar un análisis de búsqueda sobre estos principios que han sido formulados y complementar este análisis al mantener contacto constante con ejemplos concretos que pueden ser tomados de la vida. Esto es particularmente cierto con los principios rectores formulados mediante los conceptos opuestos de la violencia y de la no-violencia.
Las palabras "violencia" y la palabra "no-violencia" son comúnmente aplicables a situaciones tan diversas en la vida cotidiana, en la vida práctica, que la exposición de estos temas no puede ser completa, a menos que se tomen en cuenta las diversas situaciones que se usan como punto de partida. Sin embargo, para efectuar esta exposición, no es necesario agotar numéricamente todas las posibilidades que se puedan cubrir con estas palabras; es suficiente considerar sólo algunas de las situaciones más representativas, más ilustrativas. Estas situaciones representativas se han seleccionado debido a que arrojan luz sobre los valores fundamentales que rodean los conceptos de la violencia y la no-violencia.
Situación No. 1. Vamos a suponer que un hombre que no sabe nadar ha caído en un lago, se está ahogando, y cerca de él, hay una persona que sabe nadar bien y que lo quiere salvar. El hombre que se ahoga tiene tendencia a sujetar desesperadamente a cualquiera que venga a ayudarlo y esta forma de tomar, de agarrar, puede ser tan fuerte, tan restrictivo, que no sólo es imposible salvar al hombre que se está ahogando, sino que incluso quien vino a ayudar, quien vino a rescatarlo también podría ahogarse. De manera tal, que quien desea salvar al hombre que se ahoga, debe golpearlo en la cabeza para dejarlo inconsciente antes de poder ayudarlo. El golpear a un hombre en tales circunstancias no se puede considerar como violencia, y tampoco se puede considerar como no-violencia.
Situación No. 2. Supongamos que una persona sufre de alguna enfermedad que sólo se puede curar mediante una operación, mediante una cirugía. Aquí, con el fin de curar al que sufre, al que está enfermo, así como de proteger a otras personas para que no contraigan la infección, es posible que el cirujano tenga que eliminar la parte infectada, la parte enferma. Cortar el cuerpo con su bisturí tampoco se puede considerar como violencia, y tampoco como no-violencia.
Situación No. 3. Supongamos que una nación agresiva invade a una nación más débil con fines egoístas, y otra nación, que está inspirada únicamente por el deseo noble de salvar a la nación débil, resiste a esta invasión agresiva por medio de la fuerza armada. La lucha para defender a la nación débil no se puede considerar como violencia ni tampoco como no-violencia, pero se podría denominar violencia no violenta.
Situación No. 4. Supongamos que un perro rabioso está suelto y que probablemente muerda a los niños de una escuela y los maestros de esta escuela matan al perro rabioso para proteger a los niños. La muerte del perro rabioso sí implica violencia, pero no hay odio en esta violencia.
Situación No. 5. Supongamos que un hombre físicamente fuerte es insultado y escupido por un hombre arrogante quien es, sin embargo, débil; y supongamos que el hombre fuerte, que fácilmente podría arrollar o lastimar al hombre arrogante, no sólo desiste de hacerle daño, sino que con calma le explica el evangelio del amor. Esta acción implica la no violencia, pero es la no violencia del fuerte.
Las primeras tres situaciones anteriormente mencionadas claramente ponen de manifiesto que no puede decidirse si una situación implica violencia o no-violencia, sin atender a varias consideraciones sutiles y delicadas: primero con respecto a los diversos detalles de la situación, y segundo en relación con el motivo que impulsa a la acción. Las últimas dos situaciones muestran que incluso cuando la violencia o la no-violencia están implícitas, algunos otros factores dan un significado más allá del sentido ordinario vinculado a las palabras, "violencia" y "no-violencia".
Un análisis detallado de la situación Nº 1, muestra que a pesar de que implica el uso de la fuerza sin el consentimiento previo de la víctima, el motivo fue salvar al hombre que se ahogaba. La aplicación de la fuerza sin el consentimiento del hombre sobre el cual es aplicada, se puede llamar un caso de violencia. Pero la fuerza se utiliza para el bien del hombre que se ahoga, sin ningún deseo de infligir algún perjuicio, y en ese sentido se puede decir que no es un caso de violencia. En estos sentidos especiales, se puede decir que la situación involucra violencia y no-violencia respectivamente, pero en el sentido ordinario de las palabras, no puede contemplarse ni como violencia, ni como no-violencia.
La situación Nro. 2 es ligeramente diferente. Aquí también hay aplicación de la fuerza (incluso hay un corte en el cuerpo), la cual es por el bien del paciente. Pero en la mayoría de los casos, el paciente da su previo consentimiento a la operación quirúrgica. Además, la operación pretende, no sólo proteger al paciente de futuros estragos de la enfermedad, sino que también intenta proteger la propagación de la infección hacia otras personas. Aquí la aplicación de la fuerza surge del motivo de hacer el bien puro, tanto al paciente, como a muchas otras personas que podrían entrar en contacto con él y contagiarse. Dado que no se pretende daño alguno, la aplicación de la fuerza no equivale a violencia en el sentido ordinario de la palabra. Tampoco se puede considerar adecuadamente como no-violencia, ya que se trata claramente de cortar una parte de un cuerpo vivo.
La situación Nro. 3 también es muy interesante e instructiva. Aquí la lucha consiste en ofrecer resistencia a la agresión, sin ningún motivo egoísta, sin ningún interés personal, sino únicamente con el fin de defender a la nación más débil. Esto puede causar mucho daño e incluso destrucción sobre la nación agresora. Aquí el uso de la fuerza no sólo se da sin consentimiento previo, sino en contra de su voluntad deliberada y consciente. Aún en esta situación no tenemos un claro caso de violencia. A pesar de las lesiones y de los daños involucrados, la aplicación de la fuerza no sólo es para el bien de la nación más débil, que es la víctima, sino en un sentido mucho más importante, también es por el bien de la nación agresora misma, porque a través de la resistencia que encuentra a su agresión, se cura gradualmente de su debilidad espiritual, la enfermedad de tener la tendencia de invadir y explotar a las naciones más débiles. Esta violencia realmente es no-violenta, por lo que la llamamos violencia no-violenta.
El caso de la lucha con una nación agresora es muy similar al caso de la cirugía en una parte infectada. En el caso de la lucha con la nación agresora, el bien de la nación más débil parece ser el resultado primario y el bien de la nación agresora (contra la cual se ejerció la fuerza) parece ser un resultado secundario. En el caso de la operación, el bien del paciente (sobre el cual se ejerce fuerza) aparenta ser el resultado primario y el bien de los demás aparenta ser un resultado secundario. Pero ésta es sólo una diferencia menor en cuanto al beneficio y cuando las dos situaciones se comparan y se analizan cuidadosamente, se encuentra que ambas promueven igualmente el bien de quien es el objetivo de la fuerza, así como de muchos otros involucrados en la situación.
La defensa del débil es una forma importante de servicio desinteresado y es parte del Karma Yoga o Yoga de la acción. El uso de la fuerza, cuando es necesario para este fin, se justifica completamente como instrumento indispensable para asegurar el objetivo deseado. Pero toda lucha emprendida para defender al débil debe carecer de motivos egoístas, debe carecer de odio, si ha de ser de una importancia espiritual pura. Se asemeja al caso del hombre que defiende a una mujer que es atacada por otro hombre con fines bajos, con fines viles, salvando así la vida y honor de la mujer y corrigiendo al hombre que ataca al castigarlo y hacer que se arrepienta y se de cuenta de su acción incorrecta.
La situación Nro. 4 es definitivamente un caso de violencia, pero se justifica porque no hay odio en esta situación y porque la intención es promover el bien de los niños que podrían ser atacados por el perro rabioso. El caso del hombre fuerte, quien amonesta a través de la palabra en vez de buscar venganza (que es la situación No. 5), implica la no-violencia, pero no es un caso de inacción. No implica pasividad ni debilidad, sino fuerza, verdadera fortaleza y verdadera acción creativa de carácter impersonal. Esa es la no violencia del fuerte.
El análisis y la comparación en profundidad de las diversas situaciones anteriores subrayan el hecho de que las cuestiones relativas a la violencia o no-violencia, su justificación o no, y la comprobación de su verdadero valor o falta de valor, no se pueden decidir por ningún enunciado formal de una norma general, de una norma universal. Involucran una gran cantidad de elementos y de factores de contenido y significado espiritual. El correcto entendimiento del patrón según el nivel de violencia o no-violencia en el esquema de los valores espirituales, requiere una percepción verdadera del significado del propósito de la vida, del propósito de la existencia. La acción, por lo tanto, no debe ser gobernada por ningún eslogan o suposición, por elevado que parezca, basado en ideas incompletas o insuficientes acerca de violencia o no-violencia. Debe ser el resultado espontáneo del amor, del amor por Dios, que está por encima de la dualidad; y de la comprensión espiritual, que está por encima de cualquier norma y de cualquier regla.