El ocultismo es una rama del conocimiento que estudia determinados aspectos y fuerzas del universo y de la personalidad humana. A este respecto, en principio no hay diferencias entre el ocultismo y las otras ciencias que estudian estos temas. La diferencia entre el ocultismo y las otras ciencias surge porque estas últimas conciernen a aspectos y fuerzas a los que la observación y la manipulación corrientes pueden tener acceso directa o indirectamente, mientras que el ocultismo concierne a aspectos y fuerzas esencialmente inaccesibles para la observación y la manipulación corrientes. El desarrollo del conocimiento oculto es condicionado por el desarrollo de los poderes latentes del espíritu humano. Muchas sociedades modernas que investigan actualmente lo paranormal encaran los conocimientos ocultos con la misma actitud que caracteriza al estudio de otros campos del conocimiento. En principio no habría razón para que se los considere menos valiosos o más valiosos que otros campos del conocimiento teórico. Lo que se observa es que estas sociedades están tratando de estudiar los conocimientos ocultos organizadamente y en cooperación. poner una pausa
Los Maestros han juzgado deseable revelar a veces a la humanidad en general algunos conocimientos teóricos sobre importantes características del mundo de lo oculto, como, por ejemplo, la inmortalidad, la reencarnación, la existencia de diferentes cuerpos, de diferentes planos, de las leyes relacionadas con la evolución y el accionar del karma. Estos conocimientos brindan un acertado trasfondo para las aspiraciones y los esfuerzos espirituales, y permiten que la perspectiva de la persona común, corriente, cotidiana se acerque lo más posible a la Verdad de acuerdo con las circunstancias. Sin embargo, con excepción de estos conocimientos básicos generales, los Maestros han preferido constantemente atribuir la mínima importancia a la difusión, al conocimiento general de detallados conocimientos acerca de los fenómenos ocultos. Incluso se abstuvieron muy minuciosamente, muy escrupulosamente de informar sobre estas cuestiones que probablemente se relacionen directamente, vitalmente con el ocultismo como arte.
Más que en cualquier otra ciencia, en el ocultismo existe una bien marcada y significativa división entre los que conocen y los que no conocen. Hasta cierto punto, en otras ciencias el conocimiento indirecto puede ocupar el lugar del conocimiento directo. En el ocultismo, el conocimiento indirecto de ninguna manera puede aproximarse al conocimiento directo en lo que se refiere al significado o la importancia. Por lo tanto, aunque el ocultismo es una ciencia importante, la difusión de cierta información puramente teórica acerca de estas realidades ocultas tiene realmente poca importancia. El conocimiento puramente teórico de algunos hechos ocultos no puede ser especialmente valioso para quienes no poseen experiencias de las realidades ocultas en forma directa, por experiencia directa. Seguramente, para estos últimos, los fenómenos ocultos han de seguir perteneciendo, en mayor o menor medida, a la categoría descriptiva de las regiones desconocidas o también al producto de la imaginación.
El ocultismo como ciencia se halla más o menos en el mismo nivel de las demás ciencias, pero el ocultismo como arte se mantiene por sí mismo. El ocultismo como arte, es una ciencia totalmente independiente. Sin embargo, la difusión de informaciones puramente teóricas sobre ciertos hechos ocultos incluso viene, a veces acompañada de actitudes que no son buenas, de actitudes malignas, perniciosas, puesto que es probable que despierten primero una curiosidad inútil y segundo que estimulen el deseo de poder controlar fuerzas desconocidas, en general, a fin de usarlas con fines absolutamente egoístas. En los poderes ocultos como tal, nada hay que sea particularmente espiritual. Probablemente, como ocurre con cualquier otro poder material, con cualquier otra invención científica, pueden ser utilizados con fines positivos, buenos, desarrollantes o malos, negativos. Brindan un inmenso campo para una labor cooperativa, comunitaria en los planos superiores, pero esto implica preparación espiritual, un gran desarrollo espiritual para asumir esta especial responsabilidad.
El principiante tal vez busque algunos poderes ocultos, trate de desarrollarlos y, dentro de determinados límites, incluso los puede conseguir. Pero esta nueva obtención resultará ser más bien una maldición que una bendición, si él no está espiritualmente preparado para cumplir adecuadamente esta nueva responsabilidad, que es la adquisición de estos nuevos poderes. Hasta el más leve mal uso de los poderes ocultos causa una grave reacción y al alma es atada por la creación de una nueva atadura. A veces puede retardar el avance espiritual del aspirante e incluso inducir un considerable retroceso. Independientemente de la ruina espiritual que el principiante puede provocarse a sí mismo con el uso indiscreto, incorrecto de los poderes ocultos, con seguridad también originará un daño incalculable a los demás sobre los que logró poseer una formidable ventaja, un gran poder sobre ellos.
Los poderes ocultos en manos de los Maestros de sabiduría espiritual son no solamente seguros, sino que también poseen inmensas capacidades que pueden ser utilizadas para servir a la humanidad. Aun ellos lo usan de manera muy medida, muy módica. El ocultismo como arte, por su misma naturaleza, tiene sus propias limitaciones naturales. No se lo puede utilizar abiertamente con prodigalidad para aliviar las necesidades materiales de la gente, de los hombres, de la humanidad, ni tampoco para el auxilio de propósitos materiales. La introducción de un factor incierto e incalculable, que el libre uso de los poderes ocultos implicaría, crearía seguramente mucha confusión mucho desorden y trastornos en los objetivos corrientes del hombre; quien debe quedar librado a sus propias limitaciones, a sus propios recursos y posibilidades de cumplir de manera pareja, equilibrada e ininterrumpida la ley del karma. Por lo tanto, el uso de ciertos poderes ocultos tiene que limitarse estrictamente al desarrollo, al fomento de ciertos propósitos espirituales.
Los Maestros a veces satisfacen algunos deseos materiales de sus discípulos, de sus devotos. Sin embargo, no lo hacen porque estén interesados en asuntos de este mundo sino para ir apartándolos de sus deseos materiales. A menudo, a los hijos no se los puede inducir a que aprendan el alfabeto cuando son muy chicos, por lo que, a fin de llamarles la atención sobre el abecedario, a veces sus padres les presentan letras especialmente armadas con dulces o con cosas atractivas. Entonces ellos prestan atención a estas lecciones, no porque les interesen las letras o las lecciones como tales, sino porque les interesan los dulces. Sin embargo, a menudo esto resulta ser el comienzo del interés de esos niños por las letras propiamente dichas, y las golosinas son pronto descartadas después de que cultivaron este interés por las letras. La gente del mundo se parece a estos niños. Así como un padre a veces da a su bebé, a su niño, a su hijo un trozo de chocolate para alentarlo a que se porte bien, los Maestros podrán dar a sus devotos de mentalidad materialista, ciertos objetos inofensivos que ellos desean para que, al final, estén dispuestos a deshacerse de estos aspectos e interesarse en la espiritualidad verdadera.
Las personas mundanas están tan inmersas en sus deseos materiales que nada despierta su interés, nada, a menos que se relacione directamente con la satisfacción justamente de esos deseos. De manera que tal vez vayan a ver a un Maestro, y lo sirvan y respeten con la esperanza de que él los ayude con sus problemas materiales. Cuando una persona se acerca respetuosamente a un Maestro, el deber del Maestro es ayudarla espiritualmente, aun cuando haya acudido por algún otro motivo. Por eso, el Maestro, que comprende perfectamente a la mente humana, puede decidir ayudar materialmente a esa persona a fin de ganársela para la verdadera espiritualidad o no. Este incentivo material, que el Maestro brinda con fines espirituales, es antes una excepción que una regla. Son mayoría los Maestros que disuaden a la gente de acercarse a ellos en procura de estos beneficios materiales. Desde el punto de vista espiritual, es infinitamente mejor que una persona ame a un Maestro simplemente porque es digno de ser amado, a que lo ame por fines egoístas, por beneficios secundarios de índole material. Las personas deberían ir a ver a un Maestro porque están auténticamente interesadas en la verdadera espiritualidad y no por ninguna otra razón. Sólo entonces obtienen el máximo beneficio de su contacto con el Maestro.
El ocultismo como arte se justifica porque es apto para fomentar y promover propósitos espirituales; y podemos considerar que su uso es indebido cuando se lo desvía de este fin para cualquier otro motivo, para otro motivo que no sea el fomentar y desarrollar la espiritualidad. No se debe apelar a él por fines materiales. Su verdadera función no es la de satisfacer deseos humanos sino purificar el corazón, el corazón del ser humano. El ocultismo como arte se encuentra entre los factores más eficaces y más potentes que pueden contribuir a la purificación de la humanidad, a la purificación del hombre ayudándole a renunciar a sus deseos más vulgares, más bajos.
El ocultismo como arte resulta particularmente relevante y necesario para quienes están a punto de desarrollar sus facultades paranormales latentes, y para quienes ya desarrollaron considerablemente estos poderes, pero a veces no están despiertos totalmente al mundo físico, debido a que retiraron su consciencia a los planos superiores. De ahí que haya que hablarles con un lenguaje que ellos puedan comprender. Los aspirantes muy avanzados desarrollan numerosos poderes ocultos, pero a menudo tienen mucha necesidad de auxilio espiritual tanto como la humanidad común, como el hombre corriente. Debido a que poseen muchos poderes, un Maestro Perfecto los podrá auxiliar fácil y eficazmente independientemente de cuán lejos estén. Cuando el auxilio del Maestro puede ser recibido conscientemente en los planos superiores, es mucho más fructífero, es mucho más desarrollante que la ayuda que puede dar a través del plano físico, del plano de la materia.
Además de las dificultades que existen cuando se avanza por el sendero, una de las características de los aspirantes de la verdad que están más desarrollados, que están más adelantados en el camino es que se afirman tan intensamente en la felicidad del lugar en que se encuentran que son reticentes a “descender” para trabajar, para desarrollar su actividad en la esfera física, en el plano físico. No debemos confundir este descenso de los aspirantes avanzados con el retorno a la consciencia normal después de experimentar en particular el séptimo plano, el cual es el estado de realización de Dios, propio de los Maestros Perfectos. El viaje de retorno de un Maestro Perfecto, y también la consiguiente ubicación en distintos planos después de la Realización espiritual, responde a motivos totalmente altruistas y es el resultado del prarabdha (destino inevitable), que utiliza para elevar espiritualmente a la humanidad de acuerdo con la autoridad que él inviste. Aunque los Maestros Perfectos son conscientes de todos los planos simultáneamente, se dice, por ejemplo, que Khwaja Muinuddin Chishti, de Ajmer, India, se situó en el quinto plano de la involución de la consciencia. También es verdad que el Avatar funciona simultáneamente desde todos los planos de la consciencia, pero a veces se sitúa en un plano en especial para efectuar su trabajo universal. Por eso se dice, por ejemplo, que el Profeta Muhammad se situó en el séptimo plano, mientras que el Buda se situó en el quinto.
Por otra parte, el descenso de los aspirantes avanzados es inducido a fin de ayudarlos a acelerar su avance por el sendero espiritual cuando se encuentran estancados en algún lugar entre los planos. De manera que, si un aspirante se estanca en algún lugar entre los planos tercero y cuarto por ejemplo, un Maestro suele traerlo primero al tercer plano antes de empujarlo después hacia el cuarto plano. El descenso de una posición elevada también suele ser necesario para bien de los que aún se encuentran en la jungla del mundo y todavía no entraron en el sendero espiritual. A veces el Maestro puede decidir que algún trabajo espiritual se realice por medio de un aspirante avanzado y le pida que, en aras de los demás, para ayudar a otros, posponga su empeño en avanzar individualmente.
Este descenso resulta ser finalmente una preparación espiritual para atravesar tranquila y rápidamente la siguiente etapa del sendero, pero aún así, al aspirante le resulta difícil renunciar a las ventajas de todo eso que logo con el fin de auxiliar a los demás. El descenso es particularmente difícil para la persona que experimenta intensamente un estado de fascinación. A esta fascinación se la conoce como hairat en el sufismo. Al aspirante le resulta extremadamente difícil salir de este estado donde existen muchos tipos distintos, diferentes de fascinación. Sin embargo, es necesario que se resista a sumirse en esta fascinación, porque a veces deberá descender al mundo para poder ayudar a los demás. Un Maestro tiene múltiples maneras de ocuparse de un aspirante avanzado y puede persuadirlo a dar cualquier paso que no sea de su agrado.
Esta situación puede ser perfectamente ilustrada con la historia de un famoso wali que se llamaba Baba Fariduddin, también conocido como Ganj-e-Shakkar. Este wali “amigo de Dios”, mucho antes de alcanzar la Iluminación estaba en hairat y completamente absorto en ese estado. No podía cerrar los ojos, los tenía siempre abiertos, deslumbrados, vidriosos, y no podía comer. Su Maestro, Khwaja Muinuddin Chishti, quería sacarlo de este estado de fascinación del estado de hairat y hacerlo “descender”, pero al wali le resultaba difícil obedecer a su Maestro. Fue entonces cuando el Maestro “hizo girar la llave” y lo persuadió de la siguiente manera.
El Maestro indujo internamente a cinco ladrones a que se acercaran al lugar en el que Ganj-e-Shakkar estaba, se sentaron a cinco pasos del wali y se pusieron a repartir lo que habían robado. Pronto empezaron a pelearse, y dos de estos ladrones mataron a los otros tres. Los dos que habían salido airosos en la pelea y habían matado a los otros tres se dividieron el botín y huyeron, pero mientras lo hacían pasaron por el lugar en el que estaba sentado el wali, quien en ese momento recobró la consciencia normal. La proximidad de estos criminales fue un estímulo terrible, un estímulo lo suficientemente grosero y fuerte para hacerlo descender a su consciencia normal.
Lo primero que el wali vio fueron dos gorriones, y su primer impulso fue ensayar con ellos sus nuevos poderes, diciendo: “¡Mueran, gorriones!”, y los gorriones cayeron muertos. Después dijo: “¡Resuciten, gorriones!”, y los gorriones revivieron. Atónitos, estupefactos los dos ladrones que vieron esto le pidieron al wali que resucitara a los tres ladrones a los que habían matado en un arranque de ira. Entonces el wali se dirigió a los tres ladrones muertos y les dijo: “¡Levántense!”, pero no volvieron a la vida. Horrorizado al pensar que había perdido sus poderes, y arrepentido de haberlos usado tan frívolamente, fue llorando a ver a su Maestro y, al acercarse al Maestro, vio que los tres ladrones estaban masajeando los pies de su Maestro.
Entonces el wali regresó a su lugar original, indiferente a la comida, indiferente a la bebida, adelgazó y permaneció diez años en el mismo sitio hasta que las hormigas empezaron a comerle el cuerpo, como la gente acostumbraba visitarlo y ponerle cerca grandes cantidades de azúcar, las hormigas optaron por comer el azúcar. Y puesto que siempre estaba rodeado por montones de azúcar, se lo llegó a conocer como Ganj-e-Shakkar, que significa el “tesoro de azúcar”. Su historia muestra que hasta los aspirantes más avanzados necesitan la ayuda de un Maestro si quieren avanzar por el camino hacia la Realización final.
La historia de Ganj-e-Shakkar es un ejemplo de cuál es la ocasión que reclama el uso de métodos y poderes ocultos, pero conviene señalar que ningún fenómeno oculto, independientemente de su magnitud, independientemente de su grandeza puede tener algún valor intrínseco y en sí mismo. El valor aparente de cualquier fenómeno –oculto o no– es puramente ilusorio y es enteramente relativo. Los valores ilusorios surgen cuando algo cobra una importancia que es falsa, porque esto estimula o promete satisfacer deseos efímeros, deseos pasajeros, deseos limitados con propósitos nacidos de la ignorancia. Si esto se saca del contexto de los deseos pasajeros, de los deseos limitados, inmediatamente son despojados de todo significado aparente que investían. Los valores relativos surgen cuando algo cobra importancia porque sirve para que la Verdad se realice o la Verdad se exprese. La importancia de estas cosas proviene de que son condiciones esenciales para el accionar de la vida divina y, por lo tanto, aunque sea relativo, este valor no es ilusorio, este valor es real.
La mayoría de las personas tanto consciente como inconscientemente atribuyen a los poderes ocultos una importancia indebida y los confunden con la verdadera espiritualidad. Para estas personas, los milagros y los fenómenos del mundo de los espíritus es lo que realmente importa, considerándolas como expresión de un interés real y verdadero por la vida espiritual auténtica. Sin embargo, existe una distinción muy clara y definida entre el ocultismo y el misticismo, entre espiritualidad y espiritualismo, y cuando no se logra comprender el significado pleno de esta diferencia, puede llegar a crear una confusión fatal.
Todos los milagros pertenecen al mundo de los fenómenos, o sea, al mundo de las sombras. Como fenómenos, como sombras que son están sujetos al cambio, y nada que cambie podrá tener valor duradero. La realización de la Verdad eterna es la iniciación en el Ser inmutable, el cual es la Realidad suprema, y ningún conocimiento del mundo oculto o ninguna aptitud para manejar las fuerzas ocultas puede equivaler realmente a la realización de la Verdad. Los fenómenos ocultos se hallan dentro del campo de la imaginación, de la falsa imaginación tanto como los fenómenos corrientes del mundo físico. Desde el punto de vista espiritual, lo único importante es realizar la Vida Divina y ayudar a los demás para que la realicen poniéndola de manifiesto en los sucesos cotidianos en la vida ordinaria. El único juego de valor intrínseco, el único juego de valor absoluto consiste en captar la esencia de todo lo existente, de todo lo significativo, y emanar la fragancia de ese logro interior para guiar, para beneficiar a los demás, expresando la verdad, el amor, la pureza y la belleza en el mundo de las formas. Todos los demás sucesos, episodios y logros no pueden tener importancia duradera en sí mismos.