Aunque las facilidades ofrecidas por el sexo varían según el tiempo y el lugar en donde se efectúa la encarnación, cada sexo propicia el desarrollo de una experiencia específica, de una experiencia determinada. Las lecciones que se aprendieron fácilmente en encarnaciones masculinas es probable que no se obtengan con facilidad en encarnaciones femeninas, y las lecciones que se aprendieron fácilmente en encarnaciones femeninas es probable que no se obtengan con facilidad en las encarnaciones masculinas. Por regla general, los hombres sobresalen en cualidades vinculadas a la mente y la voluntad. Son capaces de tener un juicio razonable y de propósitos firmes. Por regla general, las encarnaciones femeninas sobresalen por las cualidades del corazón. Son capaces de amar intensamente, lo cual hace que estén dispuestas a cualquier sacrificio por el ser amado. A causa de esta capacidad de las mujeres para amar, cuando se menciona al Avatar, por parte de sus seguidores o devotos, es el caso de los bhaktas, se menciona el nombre de una mujer, de una encarnación femenina previo al nombre del Avatar como es el caso de “Sita-Ram” o a “Radha-Krishna”.
Las mujeres suelen ser superiores al hombre en lo que atañe a las cualidades del corazón, esto está vinculado con los sentimientos y los hombres suelen ser superiores a las mujeres en lo que atañe a intelecto y voluntad. Lo interesante del caso es que la misma alma sobresale en cualidades del corazón o en intelecto y voluntad según encarne como mujer o como hombre. El desarrollo alternado de cualidades espirituales específicas sigue alternándose entre formas masculinas y femeninas hasta que el desarrollo sea completo.
Puesto que las encarnaciones masculinas y femeninas son igualmente necesarias para el conocimiento de Sí Mismo, no está bien considerar que una de las encarnaciones es más importante que la otra. Ambas son indispensables, aunque difieran en cuanto a la naturaleza de sus respectivas particularidades. El alma debe pasar tanto por encarnaciones masculinas como por encarnaciones femeninas si ha de tener la riqueza de experiencias necesarias, lo cual es una condición para comprender que el alma, en sí misma, está más allá de toda forma de dualidad, incluida la marcada dualidad en la cual el sexo esta basado.
Antes de que el alma se libere de todos los sanskaras asume numerosas formas masculinas y numerosas formas femeninas. Si el alma sólo tuviera que encarnar en formas masculinas o sólo en formas femeninas, su experiencia seguiría siendo unilateral y por lo tanto incompleta. La dualidad de la experiencia puede ser superada solo con comprensión, la comprensión de la experiencia sólo es parcial mientras se circunscriba a uno solo de los opuestos. La unidad del sujeto y del objeto de la experiencia es inalcanzable mientras en el objeto haya cualquier aspecto o elemento que nuestra propia experiencia no abarque, y esto se aplica particularmente a la dualidad sexual.
La mente retiene la experiencia recogida de las encarnaciones masculinas y femeninas. Puesto que el alma se identifica con el cuerpo, las tendencias psicológicas que armonizan con el sexo del cuerpo encuentran un instrumento adecuado para expresarse. Las tendencias que son características del sexo opuesto comúnmente se reprimen en la parte inconsciente de la mente porque no armonizan con el sexo del cuerpo y encuentran obstruido el medio para expresarse. Cuando el alma toma un cuerpo femenino, las tendencias masculinas quedan en suspenso, y las tendencias femeninas se liberan y se expresan. Análogamente, cuando el alma toma un cuerpo masculino, las tendencias femeninas quedan en suspenso, y las tendencias masculinas se liberan y se expresan.
La identificación con el cuerpo implica identificación con el sexo del cuerpo. Por lo tanto, implica un libre juego sólo para la parte limitada de la mente que está en sintonía con el sexo del cuerpo. Puesto que la otra parte de la mente está reprimida y latente en el inconsciente, en la parte consciente surge una sensación de incompletud, de que algo esta incompleto, al igual que una tendencia a restablecer esa incompletud y completarla apegándonos alguna persona del sexo opuesto. Al enredarse con el sexo opuesto, la parte inconsciente, la parte sepultada de la mente que no está en sintonía con el cuerpo busca algún tipo de expresión por medio del otro. Desde este punto de vista, podría decirse que la atracción sexual es resultado del esfuerzo que la mente hace para unirse con su propia parte inconsciente.
El sexo es una manifestación del intento ignorante que la mente consciente hace para compensar la fragmentación que acarrea la identificación con el sexo del cuerpo. Sin embargo, este intento para compensar esta fragmentación está condenado a la inutilidad porque se basa no solo en la identificación con el cuerpo sino también porque la acentúa contraponiéndola al cuerpo del sexo opuesto y de esta manera se enrieda con éste mediante el apego y la posesividad.
Cuando el alma está tratando de trascender a la dualidad sexual desapegándose del sexo opuesto, está allanando el camino para comprender desde adentro la experiencia asociada con el sexo opuesto. Entonces el hombre trata de comprender a la mujer, no con ojos de varón, sino tratando de comprender imaginariamente lo que la mujer siente ser por su propia experiencia personal. Del mismo modo, entonces la mujer trata de comprender al hombre, no con ojos de mujer, sino tratando de comprender imaginariamente lo que el hombre siente ser por su propia experiencia personal. De modo que, aunque parezca una gran paradoja, el cuerpo del sexo opuesto impide comprender verdaderamente la experiencia asociada con el sexo opuesto. El desapego respecto a la forma del sexo opuesto facilita la verdadera comprensión de la experiencia asociada con el sexo opuesto porque elimina la barrera creada por la imaginación que esta obsesionada con el sexo.
Si trascendemos la dualidad sexual y tratamos de comprender la experiencia asociada con el sexo opuesto, a veces exhibimos realmente los rasgos asociados habitualmente con el sexo opuesto. Así, por ejemplo, algunos peregrinos en cuerpo masculino en una fase u otra se visten como mujeres, hablan y sienten como ellas y adoptan sus hábitos, pero se trata solo de una fase pasajera. Cuando completan su comprensión interna de las experiencias pertinentes, ellos ya no se sienten varón ni mujer, sino más allá de la diferencia sexual. Las experiencias conectadas con las formas masculina y femenina son accesibles e inteligibles para los peregrinos que trascendieron las diferencias sexuales. No los afectan las limitaciones masculinas ni femeninas porque, comprendiendo esto, se liberaron de la obsesión que limita, la obsesión limitadora que caracterizan a la imaginación que esta dominada por el sexo.
La plenitud que la mente busca no puede alcanzarse apegándose y teniendo acceso a otras formas. Hay que buscarla dentro de uno mismo recobrando la unidad mental que se perdió. La reconciliación de la mente consciente con la mente inconsciente no es posible mediante atracción sexual o mediante ninguna forma posesiva, sino que se logra no identificándose con el cuerpo y con el sexo de ese cuerpo. El no identificarse con el cuerpo quita la barrera que impide que la experiencia depositada en la mente se complemente, se amalgame y se integre totalmente. La plenitud interna ha de buscarse superando la dualidad y la diferencia que el sexo provoca, ya que esta diferenciación sexual acentúa la identificación con el cuerpo.
Estar libre de apego al sexo opuesto, es estar libre del dominio del sexo del cuerpo en el que el alma encarnó, aniquilando de este modo a la mayoría de los sanskaras que obligan al alma a identificarse con el cuerpo. Trascender la dualidad sexual no equivale de por sí a superar totalmente la dualidad, pero es cierto que es un gran avance para que sea más fácil trascender la dualidad en todas sus formas. Por otra parte, es igualmente cierto que el problema de la dualidad sexual es una parte del problema de la dualidad total. Su solución completa aparece cuando el problema más grande de la dualidad total se resuelve con amor divino, en el cual ya no existen el “yo” ni el “tú”, ni el hombre ni la mujer. El propósito de las encarnaciones masculinas y femeninas es el mismo que el propósito de la evolución, es permitir que el alma arribe a su propia existencia, una existencia que es indivisa e indivisible.