Es natural que la mente humana desee conocer la estructura general del Universo. También es útil tener una especie de mapa del Universo en el que nos descubramos. El tejido del Universo incluye esferas y planos, y los diferentes cuerpos con los que el alma humana está dotada.
Las esferas densa, sutil y mental son esferas que se interpenetran y tienen existencia en el espacio. Se las puede considerar lugares, puesto que se expanden en el espacio. Por otra parte, los planos son, a la vez, lugares y estados, aunque el estado de un plano especial no puede experimentarse, a menos que, nuestra consciencia primeramente se eleve hacia él y empiece a funcionar desde allí.
Existen cuarenta y nueve etapas en el ascenso a través de los planos. La mente humana se deleita al percibir y crear simetría y proporción por todas partes, pero esta tendencia no ha de introducirse en el campo de los hechos. Las cuarenta y nueve etapas del Sendero no están distribuidas de manera pareja dentro de los siete planos. Se las diferencia debido a sus características psíquicas distintivas, aunque también tienen equivalentes estructurales en las subdivisiones de los siete planos.
El alma humana tiene tres cuerpos: el denso, el sutil y el mental; se superponen unos a otros. Ellos impulsarían al alma en tres dimensiones psíquicas incluso cuando no existieran puntos de interacción o fusión entre ellos. Este contacto del entrelazado de los cuerpos produce acción e interacción entre los tres cuerpos.
En casi todos los hombres, la vida en la que hay acción no significa otra cosa que confusión y caos exterior: un revoltijo del que no pueden librarse. Para anular esta confusión es necesario afanarse por la inacción consciente, la cual es la meta; y este afán de inacción consciente requiere acción consciente. Este tipo especial de acción consciente, que nos conduce hacia la inacción consciente, opera transcorporalmente y requiere pureza y armonía de los vehículos. En el estado de Dios del Más-Allá-del-Más-Allá hay inacción inconsciente; en la meta del hombre hay inacción consciente; y en el estado intermedio hay acción consciente, la cual se establece en la ilusión.
El punto de fusión se convierte en el instrumento para concretar la armonía entre los tres cuerpos. Si a los Masts (almas ebrias de Dios) se los ha de hacer descender de lo mental a lo sutil, o de lo sutil a lo denso, esto ha de efectuarse a través del contacto del entretejido. Este punto de fusión también pone a los tres cuerpos bajo el control del que a veces se llama Cuerpo Universal, que es la sede de la Mente Universal.
Los cuerpos superiores funcionan mediante fuerzas impersonales e inconscientes, o mediante fuerzas conscientes. Kundalini es una fuerza latente en el cuerpo superior. Al despertar, atraviesa seis chakras o centros funcionales, y los activa. El despertar de la kundalini no puede llevarnos muy lejos por el Sendero si no tenemos un maestro; y semejante despertar, indiscriminado o prematuro, está lleno de peligros surgidos tanto del autoengaño como del mal uso de las fuerzas. La kundalini capacita al hombre para que cruce conscientemente los planos inferiores y finalmente se funda en la fuerza cósmica universal de la que es una parte, la cual a veces también se describe como kundalini. Kundalini es el nombre corriente de la fuerza latente que existe en el alma individual.
La kundalini despierta no puede llevarnos por sí sola hacia el séptimo plano. Cuando la guía de un gran yogui la despierta y dirige, puede producir muchas experiencias extraordinarias que tienen tanto ventajas como desventajas. Lo importante es que la kundalini despierta es útil solamente hasta determinado grado, después del cual no puede asegurar un mayor avance. Ella no puede proporcionar la gracia necesaria, que es propia de un Maestro Perfecto.
La relación que existe entre la fuerza cósmica y el alma individualizada es única. En el caso de un alma perfecta, la relación ha sido descripta muy adecuadamente con la idea cristiana de la Trinidad, que abarca los tres aspectos de Dios: el Padre (Creador y Preservador), el Hijo (Salvador y Redentor), y el Espíritu Santo (el Espíritu de la verdad y la gracia). Este concepto de la Trinidad (los Tres en Uno) comprende y expresa algunos importantes factores correspondientes al tejido espiritual del Universo. No se lo ha de equiparar artificialmente con la Trinidad Vedántica, compuesta por el Creador, el Preservador y el Destructor, la cual pone de manifiesto al tejido del Universo desde un punto de vista diferente. Todos ellos son diferentes modos de comprender la fuerza unitaria y omnipotente del cosmos.
Gran parte de la labor de la Encarnación Divina suelen realizarla sus representantes, los cuales cumplen el deber que esa Encarnación les confió. Los representantes pueden estar en el plano denso o en planos internos. Si no tienen cuerpo físico, son invisibles para la gente corriente. Ellos ayudan a las personas en su ascenso a través de los planos.
Algunos representantes realizan inconscientemente el propósito de la Encarnación Divina. No saben de manera consciente de dónde proviene el ímpetu o la inspiración que ellos tienen. Otros representantes reciben conscientemente instrucciones del Avatar y las cumplen de manera consciente y voluntaria.
Por regla general, en su ascenso hacia la Verdad eterna, el aspirante primeramente se torna consciente en el plano sutil, y luego consciente en el plano mental, antes de realizar la Verdad. Por lo general, el alma consciente en el plano sutil no regresa al mundo denso. Esto no significa que el alma consciente en el plano sutil no ocupe un cuerpo denso o no habite el mundo denso con su cuerpo denso. Significa que la consciencia del alma ya no se involucra más con la forma densa o con el mundo denso, y se absorbe principalmente en el mundo sutil.
El estado del alma consciente en el plano sutil contrasta interesantemente con el estado fantasmal. Los fantasmas son espíritus de personas fallecidas que se han apegado demasiado al mundo denso. Tras abandonar el cuerpo físico, aún desean vivir en estrecho contacto con lo denso. Continúan gravitando en los planos sutil inferior y astral. Su envoltura astral, o ‘cascarón’, se activa automáticamente con las impresiones relacionadas con lo denso, y los mantiene atados a lo denso durante largos períodos. Sus tendencias son directamente opuestas a las de los aspirantes conscientes en el plano sutil. El aspirante consciente en el plano sutil, aunque está vinculado con el mundo denso, flota en los planos sutiles, y experimenta la Verdad ascendiendo hacia ella. Los fantasmas, aunque separados del cuerpo físico, tienden hacia el mundo denso y sus experiencias, debido al actuar de sus impresiones densas. De manera que, en un sentido, el alma consciente en el plano sutil es un fantasma, pero al revés.
El alma consciente en el plano mental, aunque conserva un cuerpo físico, permanece estacionada en sus planos superiores, sin siquiera involucrarse en los planos sutiles. Se queda aguardando hasta que se funde con Dios o con la Verdad en el séptimo plano. Después de la fusión, el alma puede seguir estando inmersa en la dicha de la Realización de Dios y convertirse en un Majzub, o bajar a los planos inferiores de la dualidad para trabajar (sin perder su Realización de la Verdad unitaria) y convertirse en un Maestro Perfecto. Si un alma que realizó a Dios se convierte en Majzub o en Maestro Perfecto, esto es decidido en la Creación por el impulso inicial. Estos variados estados finales no están sujetos a lo que decidan los sanskaras o impresiones. Sin embargo, todo el tejido del Universo sirve a un solo propósito, a saber, la realización de Dios.