En el infinito estado del Más Allá de Dios, que trasciende las categorías, tanto de la consciencia como de la inconsciencia, apareció el primer impulso inicial para que Dios se conociese. Y con el surgimiento de este impulso inicial, hubo una manifestación espontánea, tanto de la consciencia infinita como de la inconsciencia infinita, como resultantes simultáneas. De estos dos aspectos aparentemente opuestos pero complementarios, la consciencia infinita representa el papel del Avatar o Encarnación Divina. La inconsciencia infinita se expresa mediante una evolución, la cual procura desarrollar la consciencia total mediante procesos temporales. En la forma humana, esta consciencia plena pugna por conocerse y realizarse. El primer hombre que realizó a Dios como Verdad única, indivisible y eterna, fue elevado e introducido en esta realización por la consciencia eternamente infinita del Avatar.
El Avatar es el primer maestro de la primer alma que realizó a Dios. Pero al realizar a Dios, la consciencia total del primer maestro se fusionó con la consciencia eternamente infinita del Avatar. Por lo tanto, con el ‘descenso’ del primer hombre que realizó a Dios, el Avatar mismo descendió y encarnó en ese hombre. Entonces, desde el punto de vista de la encarnación, el Avatar es lo mismo que el primer maestro. Este primer maestro no tuvo maestro en forma humana. Pero todos los maestros siguientes han tenido maestros en forma humana para que los ayudaran a realizar la Verdad.
El primer maestro pudo realizar a Dios sin un maestro en forma humana, mientras que los maestros subsiguientes invariablemente necesitan siempre algún maestro para realizar a Dios. La razón de esto es sencilla. Realizar a Dios implica tanto equilibrio interior como apropiada adaptación al universo (que es la sombra de Dios) junto con todo lo que el universo contiene. El primer maestro (que es también la primera encarnación del Avatar) alcanzó estas dos cosas porque es la meta misma del impulso inicial que busca realizarse. Él no tuvo un maestro en forma humana.
Respecto de las almas que subsiguientemente logran realizar a Dios, subsisten los dos requisitos, a saber, equilibrio interior y adecuada adaptación a todo lo que el universo contiene. Pero hay una gran diferencia. Por ejemplo, para el alma que logra realizar a Dios en segundo lugar, uno de los factores importantes de la espiritualidad que la rodea es la existencia de un alma humana que realizó a Dios. De ahí que, mientras se adapta a todo lo que el universo contiene, este segundo candidato para realizar a Dios afronta el problema de adecuarse al primer maestro o alma que realizó a Dios que, como vimos, no se diferencia del Avatar eterno. En este caso, la única adaptación adecuada consiste en aceptar sin reservas la copiosa ayuda proveniente del primer maestro. Negarse a aceptar esta ayuda es no adecuarse a un factor formidable que el universo contiene, y esto impide la realización de Dios. He aquí por qué la primera persona que realizó a Dios no necesitó un maestro encarnado, mientras que todos los maestros subsiguientes necesitan ineludiblemente un maestro, o maestros, a fin de realizar a Dios. Ellos no pueden hacerlo esforzándose en ello de manera independiente.
El primer maestro que se fusionó con la consciencia eternamente infinita del Avatar es el maestro de todos los maestros. Sin embargo, siempre y cuando el Avatar encarne en forma humana, él trae puesto un velo; y un maestro, o maestros han de quitárselo.
El velo con el que el Avatar desciende a la forma humana le ha sido puesto por los cinco Maestros Perfectos que lo hacen descender de su ser carente de forma. En los períodos Avatáricos, los cinco maestros ponen siempre este velo sobre la consciencia infinita del Avatar porque si lo introdujeran sin este velo en el mundo de las formas, el equilibrio existente entre la realidad y la ilusión se perturbaría profundamente. Sin embargo, cuando los cinco maestros piensan que ha llegado el momento, quitan este velo puesto por ellos sobre la consciencia del Avatar. A partir de ese momento, el Avatar comienza a representar conscientemente su papel de Avatar.
La encarnación del Avatar no tiene lugar a menos que la generen los cinco Maestros Perfectos del ciclo. En todas sus encarnaciones, salvo en la primera, incluso el Avatar necesita un maestro a fin de ingresar en su propia consciencia eternamente infinita. Él no es una excepción a la regla según la cual se necesita el ‘toque’ de un maestro para realizar a Dios. Sin embargo, el ‘toque’ de un Maestro Perfecto no significa necesariamente toque físico. Cuando decimos que nos sentimos ‘tocados’ por una música, un poema o un relato, el toque tiene un significado más profundo. Esto es mucho más cierto cuando se trata de un ‘toque’ espiritual. En el caso del maestro, este toque espiritual más profundo se transmite a menudo con un toque físico.
Cada vez que el Avatar desciende, las masas humanas no lo reconocen necesariamente como el Avatar. Solamente lo pueden reconocer los que están muy avanzados espiritualmente. Al Avatar mismo no le concierne si la multitud le reconoce o no como el Avatar. Él representa concienzudamente su papel de Avatar, y su principal labor está en las invisibles esferas superiores de la existencia. Sin embargo, si aparece en un período crítico o de transición, como ocurre a menudo de manera cíclica, las masas le aclaman como el Avatar de la era.
Todas y cada una de las personas no lo reconocen ni aclaman necesariamente como el Avatar porque él mismo se cubre con un velo para realizar su labor espiritual. Este velo, bajo el cual prefiere permanecer oculto, es diferente del velo que los cinco Maestros Perfectos le pusieron mientras lo hacían descender en la forma humana. El velo que el Avatar se pone, se lo puede quitar en cualquier momento, y para cualquier persona o personas que él desee, con el propósito de revelarse o comunicarse.
El Avatar no carga sobre sí el karma del mundo ni este karma lo ata. Pero él carga sobre sí el sufrimiento del mundo, pues este sufrimiento es resultado del karma del mundo. Él se hace cargo del sufrimiento del mundo. Esto no lo involucra con el karma del mundo. Pero la humanidad se redime de su karma mediante los sufrimientos vicarios del Avatar, por ejemplo, enfermedad, humillación, accidentes y cosas parecidas. A su modo, el Avatar cumple indefectiblemente su encarnación dando impulso espiritual a su era.