El mundo es una prisión en la que el Alma experimenta estar detrás de los barrotes de su cuerpo denso-sutil-mental. ¡El Alma, eternamente libre, única Soberana y supremo Señor! La garra de la Ilusión es tan fuerte, que el Alma se experimenta a sí misma como sierva y no como Alma.
La Ilusión representa tan perfectamente el aprisionamiento del Señor e instaura de un modo tan convincente Su esclavitud, que incluso en el momento en que el Maestro Perfecto otorga Su Gracia al Alma, se experimenta a sí misma como si escapara a través de los barrotes de una prisión que nunca existió.
El aparente aprisionamiento del Alma se vuelve tan sofocantemente insoportable que –por la Gracia del Maestro– literalmente se desgarra para liberarse; y el sentimiento de exultación es tan poderoso como lo era su sentimiento de sofocación. La experiencia tanto de aprisionamiento como de liberación es de la Ilusión; pero la experiencia de la Libertad final es de la Realidad. El Alma emancipada experimenta entonces continua y eternamente su propia libertad infinita.
El mundo sólo existe en tanto el Alma experimenta atadura; cuando el Alma se conoce a sí misma como la Realidad, el mundo se desvanece, ya que nunca existió. Y el Alma se experimenta a sí misma siendo Infinita y Eterna.