Un hombre ama a una mujer que vive en un lugar distante. Su amor hace que piense en ella todo el tiempo, siéndole imposible comer y dormir. Sus pensamientos están sólo dedicados a la separación y continuamente la anhela. Cuando este anhelo se vuelve demasiado grande, él va a su encuentro, o la apremia a ella a reunirse con él. Esto se llama Ishk-e-Mijazi o amor físico.
Para amar a Dios, uno debe pensar en Dios, anhelar a Dios y sufrir el fuego de la separación, hasta que este anhelo alcance sus máximos límites, y entonces Dios, el Amado, viene al amante y su sed es saciada en la unión con Dios. Este amor se llama Ishk-e-Haqqiqi, y es un regalo de Dios.
Pero quien obedece al Maestro que es Uno con Dios, no necesita padecer nada de esto, pues en la obediencia se encuentra la Gracia del Maestro.