En 1947, en Madrás, Baba dio este mensaje para los allí congregados:

¿Qué ocurre hoy con el mundo y con India en particular? Estas y otras preguntas conexas surgen obligadamente de las mentes reflexivas, pero las respuestas no siempre son sinceras y acertadas. Todos los diagnósticos que se hicieron y todos los remedios que se adoptaron fueron parciales y unilaterales, y toda esta situación sin esperanza es vaga y sigue sin decidir.

El enigma de esta situación radica en que se comprenda y reinterprete correctamente la antigua palabra “religión”. La religión escasea en Occidente, y siempre que oímos hablar de ella, está sometida a la política, o, en el mejor de los casos, es una sirvienta de la vida material.

Occidente sufre una sobredosis de religión y, por consiguiente, anhela desesperadamente su antídoto. En Occidente, la religión es sinónimo de progreso científico, lo cual es destructivo cuando se pone de manifiesto. En Oriente, y particularmente en India, la religión, en vez de fundar el Reino de Dios sobre la Tierra, está encubierta bajo el disfraz de burdas ceremonias y rituales, o dogmas muertos.

En lugar de engendrar semillas de paz y abundancia, esta religión subterránea procura hacer brotar actitudes comunitarias, fanáticas, nacionalistas y patrióticas, las cuales pasaron a ser expresiones características de liderazgo y grandeza, sufrimiento y santidad. En pocas palabras, como fuerza viva, ¡la religión ya es anticuada! Lo que hoy se necesita urgentemente para resucitar a la religión es desenterrarla de sus estrechos y oscuros escondites y cobijos, y dejar que el espíritu del hombre brille una vez más con su prístino resplandor.

Lo más práctico que hay que hacer en el mundo es espiritualizarse. No hay necesidad de un tiempo, un lugar o una circunstancia especial. Esto no concierne necesariamente a algo ajeno a la vida diaria o a la rutina cotidiana de cualquier persona. Nunca es demasiado tarde ni demasiado temprano para ser espiritual. Es algo muy sencillo: tener una actitud mental correcta respecto de los valores perdurables, de las circunstancias cambiantes y de los sucesos evitables, y percepción de lo que es inevitable.

Nadie ni nada limita o podrá limitar la espiritualidad jamás. La espiritualidad abarca toda la vida y todos los tiempos, pero se la puede lograr muy fácilmente con servicio desinteresado y amor puro que nada saben de esclavitud ni están en busca de fronteras. Una poderosa oleada de esta espiritualidad está a punto de arrollar al mundo.

Mis bendiciones a todos ustedes.

— Bhau Kalchuri, Lord Meher IX.