Durante un darshan programado en Nauranga, leyeron en voz alta el siguiente mensaje titulado “Dios como la Verdad”:
En última instancia, todos los seres y cosas son Dios, y a este Dios, como la Verdad, se lo puede Realizar mediante un Gurú o un Maestro. Por lo general, en este país de India, al Vedanta se lo asocia con esta entrega al Altísimo. Ahora bien, mi interés no se concentra en el Vedanta, en el Sufismo ni en cualquier otro “ismo” sino solamente en Dios como la Verdad, como Lo experimentamos tras la desaparición de la mente egoica limitada y limitadora.
Dios es una Verdad inquebrantable y eterna. Él Se revela y comunica con quienes Lo aman, Lo buscan y se entregan a Él, en Su Aspecto Impersonal que trasciende nombres, formas y tiempos, o en Su Aspecto Personal. El hombre común y corriente tiene más fácil acceso a Dios por medio de los Hombres-Dios que siempre vinieron y siempre vendrán a dar Luz y Verdad a la humanidad que se debate y, en su mayoría, anda a tientas en la oscuridad.
Debido a que está completamente Unido a Dios, el Hombre-Dios disfruta eternamente el estado de “Yo Soy Dios”, que corresponde por igual al “Aham Brahmasmi” vedántico, al “Anal.Haq” sufí o a la declaración de Cristo “Yo y mi Padre somos Uno”. Según la experiencia de los sufíes, el estado de Anal-Haq o “Yo Soy Dios” es la culminación de “Hama Ust”, cuyo significado es: todo es Dios y no existe nada más. Puesto que en esta actitud sólo se contempla a Dios sin nada ni nadie en segundo lugar, no hay sitio para el amor a Dios o el anhelo de Dios. El alma está intelectualmente convencida de que ella es Dios. Pero a fin de experimentar realmente ese estado, se concentra o medita intensamente sobre este pensamiento: “¡Yo no soy el cuerpo; yo no soy la mente; tampoco soy esto o aquello; yo soy Dios!”. Entonces el alma experimenta, por medio de la meditación, lo que ella da por sentado que es. Pero este modo de experimentar a Dios es no solamente difícil sino también árido.
Este sendero es más realista y alegre donde el amor y la devoción a Dios interactúan ampliamente, pues reclama separarse de Dios de manera aparente y temporal y anhelar la unión con Él. El alma afirma esta provisoria y aparente separación de Dios con dos conceptos sufíes: “Hama az Ust”, o sea, todo proviene de Dios, y “Hama Duust”, cuyo significado es: todo es para el Amado Dios. El alma comprende, con estos dos conceptos, que su separación de Dios es sólo temporal y aparente, y procura restablecer con Dios esta unidad perdida mediante un intenso amor que consuma toda dualidad. La única diferencia entre estos dos estados consiste en que mientras el alma, en el estado de “Hama Duust”, se contenta con la voluntad de Dios como el Amado, en el estado de “Hama Ust”, el alma anhela nada más que la unión con Dios.
Puesto que el alma, que está en cautiverio, sólo puede ser redimida mediante el amor divino, hasta los Maestros Perfectos que alcanzan una completa unidad con Dios y Lo experimentan como la Única realidad, aparentemente suelen ingresar en el campo de la dualidad y hablar el lenguaje del amor, la adoración y el servicio a Dios en Su Ser Inmanifiesto y también en todas las innumerables formas mediante las que Él Se manifiesta.
El Amor Divino –como el que cantaron los santos hindúes de la talla de Tukaram, como el que enseñaron los místicos cristianos de la talla de San Francisco de Asís, como el que predican los santos zoroastrianos de la talla de Azar Kaivan, o como el que inmortalizaron los poetas sufíes de la talla de Hafiz– de ninguna manera abriga pensamientos egoístas. Ese Amor consume todos los deseos y fragilidades que nutren la esclavitud e ilusión de la dualidad. En última instancia, une al alma con Dios, y de esa manera procura Conocimiento del Ser, Felicidad Permanente, Paz inexpugnable, Intelección irrestricta y Fuerza ilimitada.
Sed herederos de esta Vida Eterna que viene al encuentro de quienes la buscan.
— Bhau Kalchuri, Lord Meher XI.