En una función pública, que tuvo lugar en Meherastana, se leyó en voz alta un mensaje sobre los senderos que conducen hacia Dios, titulado Caminos hacia Dios:

En sentido trascendente, la vida en todas sus esferas y todos los senderos conducen, en última instancia, hacia la Meta única, o sea, hacia Dios. Todos los ríos ingresan en el océano, a pesar de las diversas direcciones hacia las cuales fluyen, y a pesar de sus múltiples y característicos cursos serpenteantes. Sin embargo, hay determinados caminos que llevan al peregrino directamente hacia su destino divino. Estos caminos son importantes porque evitan largos rodeos por atajos salvajes e intrincados en los que el peregrino queda frecuentemente atrapado sin necesidad.

Los ritos y ceremonias de las organizaciones religiosas sólo pueden conducir al buscador hacia el umbral de la verdadera Travesía Interior que avanza por determinados caminos. Estos siguen siendo diferentes y considerablemente distantes uno del otro, aunque hacia el final, todos se funden entre sí. En las primeras fases, siguen diferenciándose debido a los diversos contextos sanskáricos de los individuos y sus diferentes temperamentos. De todos modos, desde el comienzo ha de quedar en claro que, aunque los caminos sean muchos, la meta es y será siempre una sola, o sea, lograr la Unión con Dios.

El más rápido de estos caminos pasa por el Dios-Hombre, quien es conscientemente Uno con la Verdad. En el Dios-Hombre, Dios Se revela con toda Su gloria, con Su poder infinito, Su conocimiento insondable, Su dicha inexpresable y Su existencia infinita. El sendero que pasa por el Dios-Hombre sólo puede estar al alcance de los afortunados que se acercan a él con total entrega y firme fe. Sin embargo, la entrega total al Dios-Hombre sólo es posible para los aspirantes muy avanzados. Pero cuando esto no es posible, estos son los otros caminos con los que finalmente podrá ganarse la gracia de Dios:

1. Amar a Dios y anhelar intensamente verlo y estar unido con Él.

2. Estar en constante compañía con santos y devotos de Dios, y servirlos de todo corazón.

3. Evitar la lujuria, la ira, el odio y la tentación de ser poderoso, famoso y detractor.

4. Dejar todos los seres y cosas renunciando completamente a lo externo y dedicarse, en soledad, a ayunar, orar y meditar.

5. Cumplir todas las obligaciones propias de este mundo y aceptar por igual el éxito o el fracaso, con corazón puro y mente limpia, y con desapego en medio de intensa actividad.

6. Servir desinteresadamente a la humanidad, sin pensar para nada en ganancias o recompensas.

— Bhau Kalchuri, Lord Meher XI.