Renunciar a los deseos no significa ascetismo o una actitud negativa hacia la vida. Tal negación de la vida deshumaniza al hombre. La Divinidad no está desprovista de humanidad. La espiritualidad debe hacer al hombre aún más humano. Es una actitud positiva que libera todo lo que es bueno, todo lo que es noble y todo lo que es bello en el hombre. También contribuye a todo lo que es bello y encantador en el entorno. No requiere la renuncia externa de actividades mundanas ni la evasión de deberes, ni la evasión de responsabilidades. Sólo requiere que, al realizar actividades mundanas o al cumplir con obligaciones derivadas del lugar y posición específicos de la persona, del individuo, el espíritu interior, el ser interno, permanezca libre de la carga de deseos. La perfección consiste en permanecer libre de los enredos de la dualidad. Tal libertad de enredos es el requisito esencial, más esencial para la creatividad irrestricta. Pero esta libertad no se puede lograr huyendo de la vida por temor a enredarse. Esto significaría la negación de la vida. La perfección no consiste en rehuir las expresiones de la dualidad, las expresiones duales de la naturaleza. El intento de escapar del enredo implica temor a la vida. La espiritualidad consiste en enfrentar la vida adecuada y plenamente, sin dejarse agobiar por los opuestos. Debe afirmar su dominio sobre todo lo ilusorio, por atractivo o poderoso que sea. Sin evitar contacto con las diferentes formas de vida, un ser perfecto actúa con desapego total en medio de intensa actividad.